«Mil cortes en las hojas del árbol del mal equivalen a uno solo en las raíces». Sólo podemos lograr una mejora considerable en nuestras vidas cuando dejamos de cortar las hojas de la actitud y la conducta y trabajamos sobre la raíz, sobre los paradigmas de los que fluyen la actitud y la conducta. (Thoreau)

viernes

Con hambre y sed de justicia

NIÑA EMBARAZADA
Mucho se habla de justicia, igualdad y de corrupción. Se oyen voces desgarradoras denunciando de los gobernantes su ingobernabilidad. Al parecer ellos como que saben lo que se debe de hacer y justifican su anarquía por la incompetencia del Estado en asumir su papel. Las demandas se hacen llegar días tras día y no parece acabar. El hijo demanda de sus padres la falta de atención y los hace responsables de su situación actual. Sienten desprecio por la apatía de sus progenitores y odian que se metan en sus vidas. Quieren amor, pero aborrecen la disciplina.  Desde la antigüedad se nos fue dicho: A quien Dios ama y toma por hijo, lo disciplina.  Como que hemos tergiversado el termino de castigo y disciplina. El niño cuando nace le introducen una bomba para extraer fluidos que tiene en su garganta. De no hacerlo, el infante morirá.  A eso se refiere las Escrituras cuando usa la palabra «Instruye» cuando dice: “Instruye al niño en su carrera y cuando llegue a viejo no se apartará de Él”. La palabra castigo tiene como principal función el salvar la vida, es por eso que está ligado al amor, sólo el amor ve como imperante el castigo, no el odio ni la venganza que tiene como fin la muerte. Pablo a los hebreos les dice: Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.

«Tengo hambre y sed de justicia» Bella frase. Muchos la hemos usado con frecuencia. En cantos cristianos se suele escuchar, y en oraciones. Pero, ¿entenderemos lo que significa? No en vano Dios le hace la siguiente pregunta a Su pueblo: ¿Entienden lo que significa «misericordia quiero»? Jesús antes de apartarse de ellos les dijo que era conveniente cumplir con toda justicia. En el sermón del monte dijo que los que tienen hambre y sed de justicia eran bienaventurados, porque serían saciados. También dijo que los que padecen persecución por causa de la justicia son bienaventurados, porque formarán parte del reino de los cielos, y que, si la justicia de sus seguidores no era mayor que la de los escribas, entonces no entrarían en el reino de los cielos. Su consejo era que se cuidaran de hacer su propia justicia delante de los hombres, para ser vistos por ellos, porque no serían recompensados por el Padre que está en los cielos. Les pedía que buscarán primeramente el reino de Dios y su justicia y lo que estaba a la vista de sus ojos serían añadidas. A los fariseos les dijo que quitarán su mirada de las dadivas que recibían de los hombres y que se centraran en lo más importante de la ley: «La justicia, la misericordia y la fe» Estos son los pilares del reino de los cielos. Mi consejo es que le pongamos mucha atención a su comprensión y aplicación en lo cotidiano. En el día a día.

He encontrado muchas personas sinceras en el evangelio sin hambre ni sed de justicia. Eso me hace pensar que quizás no han comprendido lo que en realidad significa tener hambre y sed de justicia, porque hoy en día lo que más hace falta es justicia. Ha llegado a tal grado la falta de ella que la población se ha unido en manifestaciones para externar su hambre y sed de que se aplique la justicia. ¿Cuantos cristianos estuvimos allí manifestando nuestra inconformidad? La buena noticia es que son bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pero entiéndase que se trata de la justicia de Dios, no la de los fariseos o de la nuestra que sólo busca ser vista por los demás. Yo no he visto a cristianos gemir, porque las niñas de mi país a los 11 años quedan embarazadas de su propio padre, del padrastro o porque su madre de escasos recursos no tuvo más que entregársela a un oportunista. Pero si he escuchado a líderes cristianos decir con tanta frialdad que todo eso está escrito en la Biblia. Hay muchos que se alegran, pues dicen que son los juicios de Dios sobre los hombres desobedientes. Actúan como Jonás: implacables, que se pelean con el Eterno cuando hace misericordia con los que se arrepienten. Se les olvida que Dios ama hacer misericordia. Que cuando se presenta a los hombres dice: Yo soy el Dios de los huérfanos, de las viudas y de los desamparados. Cuando de justicia se trata, él aparece como el León de la tribu de Judá. Mientras que el adversario anda como león rugiente, viendo a quien devorar, Él en verdad es el León que pelea por los suyos. Como David tomado por el Espíritu, era capaz de abrirle las fauces al oso y quitarle la oveja de su boca. Ese es el Espíritu de verdad y de justicia. Por eso Dios lo escogió para ser rey de Israel.

Pablo en la carta enviada a los hermanos de Roma les dice que Israel que iba tras una ley de justicia no la alcanzó, que, ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se sujetaron a la justicia de Dios.  El peligro de establecer nuestra propia ley de justicia es no sujetarse a la justicia de Dios.  Hay mucho que aprender de la justicia de Dios y si le pedimos que venga a nosotros su reino, entonces debemos de sujetarnos a la justicia de ese reino. Amar esa justicia. Poner por obra esa justicia. El justo por la fe vivirá.  

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